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La magia del Riachuelo

  • La magia del Riachuelo
No le resulta fácil a la luna reflejar sus límpidas luces en las opacas aguas del Riachuelo. Ni tampoco son sus orillas tapizadas de deshechos el paseo favorito de las parejas de enamorados, ni el espacio adecuado y seguro para el juego de los niños. Vilipendiado por la polución extrema de sus aguas, ya casi en desuso sus viejos muelles, lejanos los días en que su ribera bullía con la labor de la estiba, la antigua magia del Riachuelo, no obstante, permanece como un misterio insondable que tal vez el arte alcance a develar.

Límite sur de la ciudad que un día resolvió crecer hacia el norte, este menguado curso de agua formó en su desembocadura hacia el Plata un recodo que fue puerto de salida hacia el mundo de los frutos de la tierra, esos que en barcas o en carretas llegaban hasta las barracas que dieron nombre al barrio homónimo. También supieron esos muelles de los primeros pasos por la tierra prometida para las ilusiones de tantos como llegaron a poblar y trabajar los espacios que se veían infinitos en esta Nación por entonces tan joven como esperanzada.

El Riachuelo, y las modestas y aledañas vecindades de la Boca y Barracas, alojaron marineros y estibadores, pescadores y trabajadores de los astilleros. Y también supieron de quienes a través del arte y de las letras sublimaron su condición humilde exaltándola con los frutos de su talento y su sensibilidad.

Como no recordar en este espacio la emotiva evocación que hace Enrique Cadícamo en el viejo tango: ???Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar,/barcos carboneros que jamás han de zarpar./Torvo cementerio de las naves que al morir,/sueñan, sin embargo, que hacia el mar han de partir??????.

A la poesía popular le hace rima la pintura de grandes maestros y de artistas hoy algo olvidados, a los que esta muestra de obras de la Colección Paideia viene a hacer justicia.

Junto a la figura omnipresente del gran Benito Quinquela Martín, que legó los colores de su paleta a un barrio que era gris, vemos aquí al igualmente destacado Fortunato Lacamera y a Alfredo Lázzari, maestro de ambos. También están las imágenes serenas de Justo Lynch y los cantos al trabajo que componen, en sus propios estilos, Oscar Vaz y Osvaldo Imperiale. Artistas de la Boca algunos, y venidos desde más lejos otros, convocados todos por la magia de este rincón porteño, están presentes también, y entre otros, Armando Repetto y Otón Ringer, José Arcidiácono y Virgilio Vallini, Indalecio Pereyra y Claudio Gorrochategui, así como los aportes originales de un óleo de Lola Frexas y el testimonio histórico de Alejandro Lanöel, evocativa del pasado del Riachuelo.

Concebida entonces como un homenaje, esta muestra que Estudio Garrido Abogados ofrece vendrá a confirmar, con los valores de las obras que la integran, que la magia del Riachuelo fue, es y será parte sustantiva del patrimonio de nuestra ciudad.

Adrián Gualdoni Basualdo
Mayo de 2012
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Carlos Castagnino
El río
Colección Paideia