Eventos de Arte
Arte Sacro Argentino I
En los albores de la humanidad, un hombre ya consciente de su finitud, sintió la necesidad de dejar testimonios de su efímero paso por la tierra. La impronta de sus manos en la rugosidad pétrea de los muros de su hábitat, así como la elemental y bella imaginería de otros hombres y de los animales que lo acompañaron, lo agredieron y lo alimentaron y abrigaron, no sólo fue su legado hacia el futuro, sino que al mismo tiempo representó una invocación a una dimensión sacra tal vez apenas intuída, pero no por ello menos vigente.
En formas algo más avanzadas de organización social, los cultos precristianos reclamaron de sus artistas la representación de ídolos y divinidades, y caben en esta instancia desde los conglomerados tribales hasta las cimas de las culturas clásicas.
El advenimiento del cristianismo y la predicación del Evangelio inauguró la plenitud de doctrina y espiritualidad, y requirió una vasta imaginería que sirviera a la mejor transmisión del mensaje de Dios. El lento devenir de los tiempos fue testigo de los crecientes lazos que unieron al arte y sus intérpretes dando respuesta a las exigencias espirituales de un mundo en tránsito hacia formas más elevadas de vida.
Los espacios de devoción emplearon la piedra como soporte del lenguaje arquitectónico del románico y del gótico. La Iglesia consolidó con sus encargues las cumbres que el arte alcanzó en el Renacimiento. Llegar a estas cotas máximas de la creatividad no cristalizó el estrecho vínculo entre los artistas y los temas relativos a lo sacro, sino que esta unión se mantuvo a lo largo del permanente proceso de evolución de las artes.
Cuando en 1947, ante un mundo devastado por la épica trágica de la guerra, Su Santidad Pío XII sancionó la encíclica Mediator Dei, fijó bien claras las pautas de asimilación del arte moderno en la liturgia. En rápida respuesta al mandato papal, ese mismo año se creó en Buenos Aires una asociación de artistas con el mismo nombre del documento eclesial. «Mediator Dei» -dice uno de sus documentos liminares- es una institución que ha sido fundada con el fin de restaurar el arte en la iglesia, llevando a ella a los artistas contemporáneos y tratando de conservar la verdaderas obras de arte que constituyen su patrimonio».
Estudio Garrido Abogados, en esta última muestra del año 2012, ha reunido a muchos de aquellos artistas argentinos que encarnaron con sus obras el espíritu y las formas de la encíclica, así como a otros que los precedieron y también a los que hoy en día continúan en esa noble tarea. Y lo ha hecho estableciendo como criterio de selección de las obras un estricto concepto de Arte Sacro, entendido exclusivamente como aquél que podría ser objeto de la devoción de los fieles, y no la simple manifestación de esa devoción.
Es asi que escenas de la vida de Cristo, imágenes de la Virgen María y de algunos de los santos que la Iglesia venera, en técnicas y formas expresivas muy diversas, componen esta exposición en la que, entre otros, están representados artistas como Fray Guillermo Butler, Aquiles Badi, Horacio Butler, Eugenio Daneri, Stephen Koek Koek, Jorge Larco, Mariette Lydis, José Luis Menghi y Francisco Vidal. Entre los contemporáneos mencionamos a los escultores Walter Gavito y Antonio Pujía.
Después de hablar en diversas ocasiones de la "vía pulchritudinis" (camino de la belleza), el Papa Benedicto resumió así su pensamiento en una catequesis de agosto de 2011: «El arte es capaz de expresar y hacer visible la necesidad del hombre de ir más allá de lo que se ve, manifiesta la sed y la búsqueda de infinito. Más aún, es como una puerta abierta hacia el infinito, hacia una belleza y una verdad que van más allá de lo cotidiano. Una obra de arte puede abrir los ojos de la mente y del corazón, impulsándonos hacia lo alto» Y concluía exhortando: «Queridos amigos, os invito a redescubrir la importancia de este camino también para la oración, para nuestra relación viva con Dios».
Que esta muestra que hoy celebramos, suerte de atemporal respuesta al reclamo papal, contribuya a poner Luz en las sombras que perduran.
En formas algo más avanzadas de organización social, los cultos precristianos reclamaron de sus artistas la representación de ídolos y divinidades, y caben en esta instancia desde los conglomerados tribales hasta las cimas de las culturas clásicas.
El advenimiento del cristianismo y la predicación del Evangelio inauguró la plenitud de doctrina y espiritualidad, y requirió una vasta imaginería que sirviera a la mejor transmisión del mensaje de Dios. El lento devenir de los tiempos fue testigo de los crecientes lazos que unieron al arte y sus intérpretes dando respuesta a las exigencias espirituales de un mundo en tránsito hacia formas más elevadas de vida.
Los espacios de devoción emplearon la piedra como soporte del lenguaje arquitectónico del románico y del gótico. La Iglesia consolidó con sus encargues las cumbres que el arte alcanzó en el Renacimiento. Llegar a estas cotas máximas de la creatividad no cristalizó el estrecho vínculo entre los artistas y los temas relativos a lo sacro, sino que esta unión se mantuvo a lo largo del permanente proceso de evolución de las artes.
Cuando en 1947, ante un mundo devastado por la épica trágica de la guerra, Su Santidad Pío XII sancionó la encíclica Mediator Dei, fijó bien claras las pautas de asimilación del arte moderno en la liturgia. En rápida respuesta al mandato papal, ese mismo año se creó en Buenos Aires una asociación de artistas con el mismo nombre del documento eclesial. «Mediator Dei» -dice uno de sus documentos liminares- es una institución que ha sido fundada con el fin de restaurar el arte en la iglesia, llevando a ella a los artistas contemporáneos y tratando de conservar la verdaderas obras de arte que constituyen su patrimonio».
Estudio Garrido Abogados, en esta última muestra del año 2012, ha reunido a muchos de aquellos artistas argentinos que encarnaron con sus obras el espíritu y las formas de la encíclica, así como a otros que los precedieron y también a los que hoy en día continúan en esa noble tarea. Y lo ha hecho estableciendo como criterio de selección de las obras un estricto concepto de Arte Sacro, entendido exclusivamente como aquél que podría ser objeto de la devoción de los fieles, y no la simple manifestación de esa devoción.
Es asi que escenas de la vida de Cristo, imágenes de la Virgen María y de algunos de los santos que la Iglesia venera, en técnicas y formas expresivas muy diversas, componen esta exposición en la que, entre otros, están representados artistas como Fray Guillermo Butler, Aquiles Badi, Horacio Butler, Eugenio Daneri, Stephen Koek Koek, Jorge Larco, Mariette Lydis, José Luis Menghi y Francisco Vidal. Entre los contemporáneos mencionamos a los escultores Walter Gavito y Antonio Pujía.
Después de hablar en diversas ocasiones de la "vía pulchritudinis" (camino de la belleza), el Papa Benedicto resumió así su pensamiento en una catequesis de agosto de 2011: «El arte es capaz de expresar y hacer visible la necesidad del hombre de ir más allá de lo que se ve, manifiesta la sed y la búsqueda de infinito. Más aún, es como una puerta abierta hacia el infinito, hacia una belleza y una verdad que van más allá de lo cotidiano. Una obra de arte puede abrir los ojos de la mente y del corazón, impulsándonos hacia lo alto» Y concluía exhortando: «Queridos amigos, os invito a redescubrir la importancia de este camino también para la oración, para nuestra relación viva con Dios».
Que esta muestra que hoy celebramos, suerte de atemporal respuesta al reclamo papal, contribuya a poner Luz en las sombras que perduran.
Adrián Gualdoni Basualdo
Noviembre de 2012